Un volcán en la península entró en erupción por segunda vez en menos de un mes el domingo, con lava naranja saliendo de dos fisuras cerca del pueblo pesquero de Grindavik. Las autoridades habían ordenado a los residentes que se fueran horas antes cuando un enjambre de pequeños terremotos indicaba una erupción inminente.
La ministra de Justicia afirmó que la ciudad nunca volverá a ser la misma y que los vecinos no volverán en los próximos meses. Las principales preocupaciones fueron la vivienda y la protección de los objetos de valor. La ministra destacó la necesidad de que los residentes se sientan seguros.
El Gobierno reconoció la enorme tarea que tienen por delante y la comparó con respuestas anteriores de protección civil. El ministro de Hacienda destacó la complejidad de la toma de decisiones sobre el futuro de los vecinos. El primer ministro anunció la ampliación del apoyo financiero, salarial y de vivienda. El Gobierno se compromete a proteger el asentamiento con fortificaciones, pero respeta las decisiones individuales de los residentes para el futuro.
El presidente de Islandia aseguró que el país lucha contra “tremendas fuerzas de la naturaleza” después de que la lava fundida consumiera varias casas en el ciudad evacuada de Grindavik. Los científicos aseguraron este lunes que la erupción parecía amainar, pero que era demasiado pronto para declarar que el peligro había terminado.