Los ataques y bombardeos se han dejado sentir de nuevo tras la tregua sobre la Franja de Gaza. Los hombres no han podido disfrutar de otro viernes de calma, en el que acudir a la mezquita en su día sagrado, ni los niños han podido jugar en la calle ni las mujeres ir al mercado sin preocuparse de ser blanco de un ataque israelí o un ‘daño colateral’ de esta guerra que ha dejado más de 15.000 víctimas –incluidos más de 6.000 de niños–, cerca del 80% de la población desplazada y unas 300.000 viviendas totalmente destruidas o dañadas. Los heridos han vuelto a llegar por decenas a los hospitales que están o bien fuera de servicio o funcionando al límite de sus capacidades por la falta de suministros y personal médicos, y de combustible para los generadores eléctricos. Según el ministerio de Sanidad de Gaza, más de 200 palestinos han muerto en 24 horas, desde que finalizó la pausa humanitaria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de que los hospitales están sobrepasados y los pocos que siguen operando no pueden dejar de hacerlo. La organización Médicos Sin Fronteras ha asegurado que “la situación humanitaria en el sur de Gaza es terrible e insegura”.
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