Basta un simple paseo por el tradicional y entrañable Feirón de Carballo para darse cuenta de que algo no funciona bien para con los productores. Buen ambiente, buenos productos y precios baratos, altamente competitivos. Momentos de charla entre comprador y vendedor son suficientes para ser merecedores de las confidencias, vox populi, de la miseria que los agricultores reciben como pago por parte de las grandes cadenas.
En contraposición a esto, una simple ojeada por cualquier superficie comercial de dichas cadenas alimenticias, comparando lo que tú hayas podido comprar el domingo con ocasión de la feria, y lo que te cuesta en el supermercado, es suficiente para hacer saltar las alarmas de la honestidad. Las diferencias de precio, según de cuál producto se trate, son sencillamente colosales.
¿A qué se debe esta diferencia?, ¿qué hay detrás de las enormes ganancias para unos, y las tan ridículas para otros?.
Vicente López, responsable del sector de la fruta en la organización agraria UAGA, integrada en COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), critica la ineficacia de la normativa sobre márgenes comerciales “No sirve para nada. Hay una ley pero en ella no están todos los actores de la cadena de producción y distribución de alimentos”. Apunta el dardo hacia las grandes cadenas de distribución, a las que hace responsables de este desfase. 8 de cada 10 kgs de fruta en Europa los venden estas cadenas, que no tienen problemas a la hora de fijar precios de común acuerdo entre ellas.
Las cadenas prefieren tratar directamente con los productores en origen, negociando de forma más directa. Además, en Europa, las cadenas hacen acuerdos para hacer compras de forma conjunta, aumentando volumen y disminuyendo costes de forma notable.
Según el IPOD (índice de precios en origen y destino de los alimentos) hay productos, como el melón, que se encarecen hasta 10 veces más en el trayecto del campo a la estantería del supermercado. De 0,18 €/Kg pasa a costar 1,77 €/kg.
Lo mismo sucede con productos similares: ciruela y cereza multiplican su precio por 6 mientras que la sandía y el melocotón lo hacen por 5. Pero no es exclusivo de la fruta, esta enorme desproporción en el precio también la encontramos en la verdura. Tenemos ejemplos como el brócoli, que pasa de 0,23 €/Kg a 2,78 €/Kg, lo que multiplica su valor por 12. El calabacín pasa de 0,16 €/ kg a 1,44 €/Kg, 9 veces más. Y el pepino de 0,14 €/Kg a 1,49 €/kg, simplemente 10 veces más. Incluso en el campo de los productos ecológicos observamos estos desfases. Existen casos como el de un productor almeriense, quien hizo varias reclamaciones a estas cadenas para conocer la trazabilidad del pepino y conseguir así explicaciones ante el diferencial de precios, puesto que observó que mientras el liquidaba sus pepinos ecológicos a 0,40 €/Kg, estos se comercializaba a 1,99 € la unidad.
Por descontado que hay que admitir que la oferta y la demanda influyen en estas fluctuaciones pero en ningún caso pueden explicarlas. El sector señala tres elementos clave a tal fin: climatología, razones cíclicas (plantar algo un año y el otro no por razones comerciales) y el peso de las importaciones en cada momento del año. Además de estas 3, quienes trabajan el producto en origen también ponen el acento en la concentración de empresas en el destino de los productos.
Diego Juste, portavoz de Unión de pequeños agricultores, señala que frente a la coordinación de un grupo concreto de distribuidores finales del producto existe una descoordinación absoluta en los productores, amén de su dispersión territorial.
Por si esto fuera poco, y según el Ministerio, una subida del precio en origen se traslada con una o dos semanas de desfase a los precios de los supermercados, lo que posibilita la especulación. No hay correspondencia, además, las cadenas dan la sensación de precios ajustados. Buscan siempre la estabilidad pero sin que perjudique sus márgenes. Una buena estrategia de marketing, pero abusiva.
El 13 de diciembre de 2019 se produjo una importante protesta que contó con centenares de agricultores quienes bloquearon los accesos a plataformas logísticas de una importante cadena de supermercados en Barcelona y Málaga. Protestaban por los precios miseria. Informó COAG, convocante de la iniciativa, en la que participaron productores de frutas y hortalizas de Andalucía, Aragón, Cataluña, Murcia y La Rioja.
Según el COAG, tanto los precios de miseria que se pagan como el aumento en paralelo de los costes de producción ponen en serio riesgo la gallina de los huevos de oro de nuestra agricultura, advierte Andrés Góngora.
Conviene reflexionar y actuar ante este problema. Los precios a pagar a los productores, deben ser dignos y acordes a los gastos. Los beneficios deben también repercutir en el campo y quien lo trabaja, no sólo por justicia social, sino también por interés en que esta actividad, que se acerca de forma peligrosa al colapso, no acabe con una mayor despoblación del campo. De seguir así, y de ser posible una mecanización masiva y control por parte de quien más dinero gana en esto, el campo corre riesgo de no ser trabajado por el hombre.
Los gobiernos, sean del color que sean, deben afrontar el problema y actuar. Se trata únicamente de aplicar leyes justas, y que éstas se cumplan, con todos sus actores reflejados. De esta manera habrá beneficios para todos y no se concentrará en quien abusa de su situación de poder. Para así perder también la apocalíptica visión del ciudadano medio, donde parece que es más fácil gastar dinero en quien ejerce el poder, para de este modo, evitar la pérdida de las cuantiosas ganancias de quién está en la cúspide de esta cadena alimenticia. Pues siempre les sale a cuenta.
ALEJANDRO LUIS OTERO JAMARDO